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Qué pasa cuando llevas un año en la ruta? Por qué fui tan idiota de tomar esa decisión?

Muchas noches eran para mí un encuentro de ‘asinceramiento’ conmigo mismo. Hacía meses que venía planteándome el mismo dilema. Quería encontrar satisfacciones que me liberaran de un camino lineal, estructurado y marcado de por vida. Más allá de encontrarme conmigo mismo, lo que quería era construirme a mí mismo, con mis capacidades, mis sueños y mis voluntades. 

Dicen que una familia es un universo completo. Que hay de todo dicen otros. Tal vez la mía sea una familia ejemplar para este dicho popular. Ya que está conformada por seres muy tradicionales, conservadores todos y quienes en muchas ocasiones ven al dinero como el miembro más importante de la familia, dejando así valores como la felicidad, la libertad y la solidaridad en un segundo plano.

Analizaba que cuando la gente es muy avara con el dinero, comienza a tener mucha prisa en su vida. Tratan de encontrar un modo de hacer más rápido las cosas, hacen todo corriendo porque sienten que la vida se les agota. Y era una idea que quería alejar de mí y mi entorno.

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Entonces me dediqué por un buen tiempo a leer blogs y posts de otros viajeros, buscaba mochileros, artesanos, malabaristas, músicos y todo tipo de persona que me pudiera motivar. Intentaba siempre sentirme identificado con sus historias y su estilo de vida. Me decía a mí mismo: “si hay tanta gente haciendo lo que le gusta, es porque debe estar bueno… ellos se ven muy convencidos y felices. Yo quiero. Yo quiero”. Y así, sin más espera, sin mucho preámbulo y sin mucha planeación, nació como un imperativo de volar, de rebasar estatutos sociales transmitidos que condicionan la noción existencial del ser. Mejor disfrutar, compartir, relacionarse, encontrarse y vivir para vivir…

Malabares con fuego en Buenos Aires
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Decidí así, iniciar mi viaje, o el viaje me inició a mí y me ha transportado por infinidad de lugares maravillosos, me ha cruzado con personas fenomenales. Personas a las cuales les doy mi más profundo agradecimiento por cada huellita que han venido dejando en mí. En este momento el lenguaje no me alcanza para compartir mi gratitud.

He tenido la oportunidad de recorrer 7 países y más de 28 mil kilómetros durante algo más de 365 días. Pero a pesar de los números y las cifras, no puedo cuantificar esta hermosa experiencia… para mí, no han sido meses, ni días, ni horas… han sido momentos. Solo valiosos momentos.

Esta aventura me ha traído una visión más bohemia y alegre de la vida. Me ha cruzado con personas con alto potencial humano y me ha llevado a lugares increíbles. Aprendí a hablar un idioma y he leído ya siete libros en la ruta. He compartido lindas experiencias con personas muy creyentes, ateos, ancianos, niños, capitalistas, comunistas, empresarios, campesinos… con todo tipo de personas que llenan mi vida de un complemento muy colorido. No me puedo quejar del trato de las personas en ningún lugar al que he ido. Nunca he quedado en la ruta sin que me levanten y tener que recurrir a medios de transporte donde importas según el valor que marque tu tarjeta de crédito. Nunca me he acostado a dormir sin comer y nunca me ido de un lugar sin forjar una amistad con algún lugareño. He ahí mis amigos y amigas los peligros de viajar a dedo.

Carreteiro 🙂
Carreteiro

Durante mi primer viaje de Argentina a Chile, llevaba un lindo, grisoso y argentino gatito. Temía no poder cruzar la frontera con él y tener que dejarlo en alguna casa donde lo recibieran. Pues bien, justo al entrar a Chile se percataron de la presencia del felino. Expliqué que lo había rescatado recién en ese mismo lugar y lo llevaba para un lugar donde estuviera a salvo, ya que si lo dejaba ahí moriría de frío (estábamos en la cima de la Cordillera de Los Andes)… Para mi sorpresa, el personal de migración chilena se encargó de conseguirme un camión que me llevara a mí y el gatito hasta por lo menos, la primera ciudad.

Así tuve la oportunidad de viajar con él y descubrir la hermosa compañía que es una mascota durante nuestra travesía. Te brinda una amistad tan transparente, tan inocente y pura; que te reconforta plenamente y te llena de alegría.

Para quienes tienen la motivación pero aún no se han decidido a lanzarse a lo desconocido, les aseguro que estar en esta aventura es sin duda estar en un universo diferente, donde las cosas acontecen de una manera muy acelerada y donde los contrastes serán el ingrediente principal de tu diario vivir. Puede que al principio estés con temor, miedo, incertidumbre y quieras evitar eso, pero con el paso del tiempo te darás cuenta que ese componente trae consigo la magia de esta aventura. No te desanimes si al principio las cosas no resultan como esperabas, poco a poco irás adquiriendo experiencia y con ella sentirás un amor increíble por lo que estás haciendo.

Esta aventura me ha permitido ver que estamos rodeados de gente maravillosa, de gente buena con la mejor intención de ayudar y compartir. Que a pesar de los caminos elegidos, todos en el fondo buscamos y queremos lo mismo: paz, tranquilidad, amor, verdad, felicidad… Y que las cosas solo son imposibles hasta que lo intentás. Si lo mentalizas verás cómo todo te va fluyendo.

He descubierto talentos en mí y ahora me desenvuelvo socialmente con mayor facilidad, he aprendido también a manejarme sin tanta dependencia del dinero y reflejar que una vida más alegre es posible. He aprendido también a valorar mucho mejor las oportunidades que se me presentan a diario.

Cuando viajo extraño a mis amigos, pero también voy haciendo muchos nuevos y eso es fascinante.
Recuerden que estamos presos en un mundo de vidrios azules y gatos que ladran.
Esto es solo un experimento que culmina en la hermosura de viajar a lo desconocido.
¿Te atreves a soñar?

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3 comentarios en “Qué pasa cuando llevas un año en la ruta? Por qué fui tan idiota de tomar esa decisión?”

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